La inevitable unión entre la espiritualidad y la salud mental:
Lo espiritual no es exclusivo de los “espirituales” ni lo representa la religión (sea cual sea). Lo espiritual forma parte de ti, al igual que la muerte o tu cuerpo. Es algo que no podemos evitar o ignorar. Al igual que la naturaleza. Y cuando se hace, pasa factura.
“La enfermedad es la venganza de la naturaleza por la violación de sus leyes” Charles Simmons
El ego es el reflejo de nuestra excesiva fijación por la forma. Esto genera un constante estado de deseo, apego y/o miedo y con ello, un hilo de pensamientos acorde. Nuestra identificación con dichos pensamientos es ego. Esta identificación es la que nos genera: estados negativos, ira, ansiedad, odio, descontento, envidia, celos, preocupación, miedo, tristeza, nerviosismo,… RESISTENCIA A LO QUE ES, RESISTENCIA AL PRESENTE. Esto es muy común y además nos parece totalmente justificado (obviamente por algo externo, a nuestro parecer). No te sientas mal por tener ego o actuar mediante él. No nos han enseñado otra cosa, la verdad. Tampoco pretendas deshacerte de él, forma parte de nosotros. Sólo se trata de que no defina nuestra vida haciéndola disfuncional. Tampoco pretendas que este proceso sea rápido.
Bueno, ¿y qué es eso de la forma que mencioné antes? La forma sería todo lo impermanente: nuestro cuerpo, pertenencias, logros, relaciones, títulos, trabajo,… y es en resumen con lo que nos identificamos mayormente. Y por ello nacen:
- miedo a la muerte, soledad, ruptura, fracaso,…
- necesidad de reconocimiento.
- necesidad de apropiación e identificación (estrés por lo que es “mío” y por el éxito ajeno).
- necesidad de apropiación y apego en relaciones.
- necesidad de realización y adquisición (querer comprar tal cosa, hacer aquella, comparar, ser de tal forma,…).
Necesitamos crear un equilibro entre la forma y el espacio. El espacio seria lo permanente, lo que le da la vida a todo, la conciencia que es consciente del ego.
Vale pero, ¿CÓMO?
La vida es neutra (es como es) → el ego reacciona y la juzga (recuerda que nada es bueno o malo, es el pensamiento el que lo hace así) → aquí nace la diferencia: OBSERVAMOS dicha reacción en vez de adentrarnos en ella, tomamos conciencia → repetir el simple hecho de ser conscientes debilita al ego, es decir, a esos patrones de pensamiento que hacen a tu mente reactiva → de esta forma no generamos la emoción (que es lo que une a la mente con el cuerpo)
Y aquí es donde aparece la inevitable unión entre la psicología y la espiritualidad: Las terapias de tercera generación, de una forma u otra, han sido novedosas y exitosas por hacer lo que he expuesto en el esquema de arriba: aumentar la conciencia y separarnos un poco de nuestra mente para poder equilibrar al cuerpo, y con ello, nuestro ser.
Las terapias de tercera generación tienen el propósito de modificar la conducta de los pacientes desde un enfoque global y contextual. Con el objetivo también de corregir las dos líneas de terapia que existieron previamente, la 1ª se centraba mucho en la conducta y la 2ª se centraba mucho en la cognición. Hay diferentes tipos de terapias de tercera generación:
- Terapia de aceptación y compromiso (ACT)
- Terapia dialéctico-conductual (TDC)
- Terapia metacognitiva (TMC)
- Terapia de activación conductual (AC)
- Terapia analítico funcional (FAP)
Todas las técnicas, terapias y herramientas que el mundo de la psicología nos ha aportado son esenciales y han ayudado mucho. Pero no son un manual de instrucciones que seguir. No somos robots. Cada persona es única, y en consecuencia, su proceso también. No podemos sanar a alguien centrándonos sólo en una parte de su ser (la mente). El auténtico camino es sanar las tres partes: cuerpo-mente-alma. Y quiero acompañarte en ello.
Espero que mis recursos te ayuden en tu proceso y no dudes en contactarme si lo necesitas.
📩 lorena@safe-space.es